Cuando empezamos a hablar del impacto de la actividad humana sobre el clima, utilizamos el concepto "cambio climático". Incluso lo utilizamos para constituir la convención marco de Naciones Unidas a través de la cual hemos podido avanzar en acuerdos como el de París (2015) y el reciente Pacto de Glasgow (2021). En los últimos años, con el avance sostenido y dramático de las anomalías climáticas en todo el mundo, el término "crisis climática" se ha impuesto, al igual que el otrora "emergencia climática"especialmente en algunas ciudades y de la mano del reclamo de la sociedad civil. En los últimos días, ha aparecido una nueva noción aún más dramática. Como los humanos no cambiamos radicalmente de rumbo, según nuestros escenarios objetivo, entramos en un "final climático" , como describen los estudios científicos más recientes. Esta visión no es ninguna sorpresa, ya que hemos estado experimentando aumentos de temperatura en el hemisferio norte y otros desastres relacionados con el clima en muchas regiones. El mensaje es aterrador y debería amplificar una alarma que lleva años sonando. Llevamos retraso en el reconocimiento de acciones que urge ampliar, muchas de las cuales también están generando enormes oportunidades de desarrollo económico y social en todos los rincones del planeta. Llamamos a estas oportunidades "lo correcto y lo inteligente".
Y aunque la agenda climática debe abarcar todo lo que ocurre en el planeta, debemos priorizar ciertas actividades para avanzar en las soluciones a una crisis tan urgente. Se trata de acciones que, en muchos casos, aumentan o reducen la dimensión de la crisis. En otros casos pueden hacer que determinadas comunidades, ecosistemas, actividades y objetivos dependientes del clima sigan siendo relativamente previsibles.
En este sentido, hemos agrupado las macrocuestiones bajo el acrónimo CCCTS, que significa Carbón, Coche, Dinero, Árboles y Solidaridad.
El primero se refiere a deshacerse rápidamente de la actual dependencia de los combustibles fósiles, ejemplificada por el carbón, que debe ser eliminado urgentemente de la matriz energética, seguido del petróleo y el gas. También se refiere a la pertinencia de acelerar la transición energética para contribuir a electrificar todo lo posible, dando cabida a nuevas formas limpias de almacenar y transportar la energía eléctrica.
La referencia a los vehículos implica a todos los sistemas de transporte, la relevancia de potenciar los sistemas de transporte público limpios, la electrificación de muchos de ellos y el transporte activo. Asimismo, destaca la importancia de trabajar por la transformación de los sistemas de transporte pesado hacia otros que no generen emisiones a la atmósfera.
El dinero es sin duda un elemento clave en el camino hacia una economía y una sociedad descarbonizadas y resilientes, ya que es el elemento que incentiva o desincentiva actividades, tecnologías, modelos de negocio e incluso la cultura que favorece o desfavorece este camino. Necesitamos urgentemente la alineación de las entidades financieras públicas y privadas y la transparencia del destino de los fondos utilizados en el sistema financiero a todos los niveles. Casi todos los problemas del sector financiero están relacionados con las emisiones financiadas. La regulación tiene un papel urgente en este ámbito, ya que el posible efecto dominó positivo podría ser tremendo y muy rápido.
Los árboles hacen referencia a la naturaleza, a la importancia de detener urgentemente la deforestación, así como de empezar por la economía de la regeneración de los servicios ecosistémicos. Se refiere a cómo producimos alimentos y extraemos recursos para la industria textil, la construcción y la minería. Se refiere a la importancia de respetar y recuperar las fuentes de agua y de aprender a vivir en paz con los océanos. También es un deber actual reservar un porcentaje significativo de las superficies planetarias para su conservación. Uno de los aspectos en los que esta parte de la agenda se está manifestando más activamente es la reciente irrupción de las tendencias alimentarias veganas por motivos medioambientales.
Y, por último, debemos llevar esta agenda con la máxima solidaridad porque, para al menos la mitad de la población mundial, se trata de una agenda de supervivencia, ya que están sometidos directa y diariamente a algunas de las peores consecuencias de la crisis climática. Esas personas que necesitan adaptarse y hacerse resilientes requieren recursos como tecnología, infraestructuras, mercados y normativas que les permitan prosperar y no sólo resistir. Actualmente, no ocurre ni lo uno ni lo otro, y asistimos a sufrimientos y migraciones forzosas. La solidaridad, especialmente con las mujeres y niñas más vulnerables, marcará nuestro camino hacia el éxito en esta agenda urgente.